Torquemada, el inquisidor que ha pasado a la historia como sinónimo de inquisición

5 noviembre 2020

En muchas ocasiones, por culpa de todos los estereotipos que existen sobre la inquisición española, se confunde Santo Oficio con la inquisición medieval que se dio en toda Europa. La obsesión cristiana por la pureza de confesión llevó a todos los reinos cristianos, sin excepción, a juzgar con lupa a sus poblaciones conversas. Estas personas, que se convertían al cristianismo muchas veces por la fuerza de las circunstancias, eran en su mayoría, durante la Edad Media, de origen judío. En los reinos de la península ibérica, la cuestión de los conversos llegaría a ser un «asunto de Estado».

Una de las problemáticas que surgieron pronto con esas conversiones de judíos en masa fue la escasa credibilidad que tuvieron entre la mayoritaria población cristiana, Precisamente, el Santo Oficio se constituye en 1478 para fiscalizar a los crecientes focos judaizantes que se detectaron en Andalucía. Estas manifestaciones judaizantes se observaban como un desacato, una hipocresía de los conversos. El Santo Oficio o Santa Inquisición, tuvo en su origen una función “estatal” o institucional, como tribunal subordinado directamente a la Corona, que en sus inicios concentraría su fuerza en esos núcleos de judaizantes.

Se puede considerar el primer «juicio sumarísimo» o auto de fe, el celebrado en 1481 en la ciudad de Sevilla. La sentencia ya sugería la dureza que muchas veces caracterizó a los modos de ese tribunal del Santo Oficio. Seis de los detenidos fueron quemados vivos por judeoconversos. Esa medida tan drástica parece que no resultó efectiva entre la población de conversos, pues las acusaciones de judaizar seguían aumentando. En estas circunstancias, los Reyes Católicos decidieron aumentar la represión contra los conversos, haciendo a uno de los prelados más beligerantes contra la causa judeoconversa, Inquisidor General de Castilla. Se trataba de Tomás de Torquemada, que ocuparía el cargo desde 1483.

 

 

Tomás de Torquemada, el confesor de Isabel La Católica, pasó a ser el inquisidor general

Torquemada tenía las condiciones más destacadas para ser elegido inquisidor general. Era el confesor de la reina Isabel, teniendo una evidente influencia en ella, y pertenecía a la orden de los dominicos. Los miembros de esta orden de predicadores se habían caracterizado siempre, desde la plena Edad Media, como los más «inquisidores» en la verdadera fe, buscando “debajo de las piedras” a los posibles herejes. Algunos estudiosos consideran que Dominicanus (dominicos) es un compuesto de Dominus (Dios) y canis (perro), componiendo literalmente «los perros del Señor», por su excesivo celo en la búsqueda de herejes.

 

Esta figura del severo inquisidor en la persona de Torquemada ha quedado en el imaginario universal, no solo europeo, como sinónimo de la cruel inquisición y del personaje inhumano y sanguinario por excelencia. Y toda esa idealización de la suma crueldad, que ha trascendido fronteras, ha sido más causa de la propaganda política de los enemigos que tenían los reinos españoles, que de los rigurosos datos históricos. Por ejemplo, del mismo Tomás de Torquemada poco se sabe de su biografía hasta que sobresale en la Corte de los Reyes Católicos como inquisidor. Parece que se educó, en su infancia y juventud, en el entorno de los dominicos de Valladolid, bajo la tutela de su tío, el cardenal y teólogo  Juan de Torquemada.

Otro detalle que ha llamado la atención en la biografía del inquisidor general Torquemada, fue su origen judío. Ha quedado bien comprobada su procedencia de una familia judía muy antigua, de las primeras en llegar a los reinos de la península ibérica. Así lo constata el cronista de la época, Hernando del Pulgar: «Sus abuelos fueron del linaje de los judíos convertidos a nuestra Santa Fe Católica», cita que aparece sobre la familia de Torquemada en su libro “Claros varones de Castilla”. El aparente visceral odio y celo perseguidor de judíos resulta una evidente contradicción, sabiendo sus orígenes. Sin embargo, especialistas en el estudio de la época, como el hispanista Joseph Pérez, explican esta supuesta paradoja: “El antijudaísmo militante de algunos conversos se debía a su deseo de distinguirse de los falsos cristianos mediante la severa denuncia de sus errores”.

Que se acuda al rigor histórico y que se intente una interpretación histórica, y no emocional, de la figura de Torquemada, no menosprecia los datos que, con todo merecimiento, hicieron de este inquisidor el más severo y cruel de la historia. De carácter adusto e incansable, que demostró en su frenético trabajo buscando herejes por toda la península. Se celebrarían cientos de autos de fe, que llevaron a miles de personas a la hoguera. La acción inquisitorial ya no se centraría sólo en los judíos, el terror sacudiría a todos los rangos de la sociedad y se extendió por ambas coronas, Castilla y Aragón; cuando se dio el nombramiento de Torquemada en 1483 como inquisidor jefe de Aragón, Cataluña y el reino valenciano. La cifra más exagerada habla diez mil personas ejecutadas durante ese periodo, iniciado en 1481, aunque investigaciones más recientes ajustan la cifra a dos mil personas hasta el año 1530.

 

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