¿Sabías que Winston Churchill fue Premio Nobel de Literatura?

21 octubre 2020

La historia del Siglo XX tiene personajes imprescindibles que sin ellos sería muy distinta. El caso de Sir Winston Churchill es excepcional porque es un hombre de entre siglos, forjado como militar en el XIX y como político en el XX. Aunque su personalidad abarca otras facetas como la de literato, que será cultivada durante toda su vida, aportando el testimonio decimonónico y la nueva visión del mundo que nacía en las primeras décadas de la pasada centuria.

 

 

Churchill fue premio Nobel de Literatura con un apartado del que ahora adolecen los políticos. En la concesión del Nobel en 1953 se valoró la gran brillantez de su oratoria. Los textos de sus discursos eran magníficos, ya que conseguían con una excelente prosa los objetivos de toda buena oratoria: defender sus ideas con exaltación, llegando de manera eficaz al intelecto y al espíritu del público oyente. Quizás la más famosa frase de uno de sus discursos sea, “sangre, esfuerzo, sudor y lágrimas”.

Estamos ante la batalla de todas las batallas, la preparación del desembarco aliado en Normandía, el día D. Lógicamente, Churchill no hace una mención directa en su discurso ante la Cámara de los Comunes el 13 de mayo de 1940 al desembarco. Los nazis seguían con atención todas sus declaraciones, para conseguir alguna pista sobre sus posibles siguientes movimientos. En el discurso, Sir Winston venía a decir a los parlamentarios más preocupados por la estabilidad política que por el curso de la guerra, que en su programa político solamente podía ofrecer sacrificio, esfuerzo para seguir batallando.

 

Es curioso como un discurso contiene tanta carga literaria, épica en este caso, por eso el jurado del Nobel valoró esa capacidad de Churchill como escritor “dramático”. El país estaba luchando en varios frentes y aún soportaban la «Batalla aérea de Inglaterra». Debían estar preparados en la hora final, en la lucha a vida o muerte por sobrevivir. Era evidente que, con su «literatura», les estaba preparando para la gran decisión que tomó con su aliado Roosevelt de pasar a la acción, abriendo una ofensiva en la Europa occidental, en Francia.

 

 

Su obra literaria como historiador y biógrafo también pesó en el jurado para la concesión del Nobel de Literatura. Churchill no pudo ir a recoger el Premio Nobel en persona, en junio había sufrido el primer derrame cerebral. Tuvo varios, el último le provocó la muerte en 1965, y el sufrido el año del Nobel le dejó el lado izquierdo del cuerpo paralizado. El 10 de diciembre de 1953, cuando se celebró la ceremonia de entrega de los premios fue su mujer, Lady Clementine Churchill, quien recogió el Nobel de Literatura tras escuchar el discurso honorífico que pronunció el escritor miembro de la Academia sueca, S. Siwertz.

 

En el discurso de Siwertz se remarca lo curioso que suele ser encontrar buenos escritores entre los grandes estadistas. Le llega a comparar con el Julio César cronista de sus guerras galas o con el más contemporáneo Disraeli, excelente político (también Primer Ministro) y orador británico del XIX. Aunque lo más reseñable, insiste, sea la falta de buenos escritores entre los políticos. El orador que honra a Churchill se quejaba ya en los años 1950 de la falta de buenos prosistas en la política mundial de los años cincuenta.

Aparte de la obra compuesta por discursos y parlamentos, a Winston Churchill se le otorgaba el Nobel “por su dominio de la descripción histórica y biográfica”. Churchill escribió siempre. Cuando estuvo alejado de la política lo hizo para ganar dinero, para mantener la economía familiar, ya que aunque de cuna noble, la herencia patrimonial había sido ya gastada por su madre. Churchill era un historiador autodidacta, que aprendió a relatar y describir la historia empapándose de la prosa enciclopédica de las buenas obras. Sus fuentes eran las grandes enciclopedias británicas en geografía, viajes, expediciones arqueológicas e historia que se publicaban desde el siglo XVIII en Gran Bretaña. Además, su vida azarosa como militar de carrera y luego cronista bélico, le otorgó gran capacidad de análisis y un estilo de corresponsal de guerra, muy descriptivo y mordaz.

El premio Nobel de Literatura cada año en su elección es uno de los más polémicos o de mayor controversia. Muchos críticos literarios se rasgan las vestiduras al ver que grandes escritores del siglo XX, como Jorge Luis Borges, no cuenten con este galardón. Tampoco lo consiguieron James Joyce o Nabokov, por señalar algún genio más sin reconocer. Es, desde luego, asunto para crear debates. En el caso de Churchill no se crearon críticas, el reconocimiento fue unánime. Más que nada por la talla de grandeza histórica del personaje y porque muchas de sus obras históricas eran autobiográficas. Una obra que suponía el mejor testimonio intelectual de una época crucial para la historia mundial.

 

Gustavo Adolfo Ordoño

-Historiador y periodista-