La primera infante de marina

16 diciembre 2020

 

Los antecedentes del cuerpo de infantes de marina podrían remontarse hasta la época del emperador Carlos V (1537) con las llamadas «fuerzas de desembarco». Sin embargo, los historiadores especialistas señalan las primeras reformas «ilustradas» del siglo XVIII como punto de partida más adecuado para la historia de la Infantería de Marina española. Estaría en los Tercios de Infantería de Armada, que fueron reorganizados como regimientos entre 1704 y 1707 con los nombres de Bajeles, Armada, Mar de Nápoles y Marina de Sicilia. Pero estas fuerzas, en realidad, se utilizaban para actuar en medio de los dos campos donde se podía dar “batalla”, pues prestaban servicios de tierra y mar.

Por ello, el nuevo rey de la nueva dinastía Borbón, Felipe V, decide mejor partir de cero y reorganizar en 1717 esta naciente Infantería de Marina. Desde ese momento sería una fuerza militar única y general, como lo era la Real Armada. Ese momento será el año de 1717, que crea un antes y un después en la historia de la Infantería de Marina española. En esas fechas se crea una fuerza unificada nacional conocida como «Cuerpo de Batallones» y se le dota de una estructura moderna. El organizador de esos batallones de infantería marina por encargo de Patiño, Ministro de Marina e Indias, será el Mariscal de Campo don José de Vicaría. Considerado, por tanto, el primer almirante en jefe de la historia de la Infantería de Marina española.

 

 

Pero dentro de esa historia de la Infantería de Marina española destacamos hoy una «intrahistoria» , la de Ana María de Soto, considerada la primera mujer infante de marina.

Solamente la hazaña personal de esta joven, que anduvo unos 250 kilómetros desde su pueblo, Aguilar de la Frontera (Córdoba), hasta la marinera San Fernando de Cádiz, ya es muestra suficiente de la «dimensión histórica» que debería tener el personaje. Pues contaba con 16 años, edad que en el siglo XVIII era tan “complicada” como ahora, cuando decidió alistarse en los mencionados «Batallones de Marina», embrión de los actuales infantes de marina. Tuvo que hacerse pasar por varón muy bien disfrazada, porque consiguió engañar al registro de la soldadesca y aparecer como “Antonio María de Soto”, joven alistado el 26 de julio de 1793.

Gracias a documentos como su registro de alistamiento, o la posterior (1798) acta de «Baja en el Servicio» cuando se descubrió que era mujer, se ha comprobado la veracidad del caso. Una mujer pionera, inteligente y de mentalidad vanguardista para la época, pues aunque debió alistarse representando un papel masculino sentía sin duda alguna estar capacitada como mujer para servir en el ejército de su país. Fue algo vocacional, su destino era ese. Solamente un inevitable, tras muchas evasivas, reconocimiento médico, truncaron el proyecto vital de Ana María de Soto. El 7 de julio de 1798 vio como su comandante emitía un informe de urgencia al general de escuadra Mazarredo, quien daría orden inmediata para que Ana Mª desembarcara de la fragata Matilde, donde el último año había estado sirviendo de forma tan eficaz y diligente como en otros destinos.

Ana María de Soto fue licenciada, de «forma absoluta», el 1 de agosto de ese año de 1798 en San Fernando, justo en la ciudad que había empezado su hazaña cinco años antes. El licenciamiento de esta mujer soldado causó el respeto y la admiración de aquellos con los que había compartido el lustro de servicios en la Armada. También, para sorpresa de muchos, alcanzó reconocimiento social en los diferentes círculos sociales del Cádiz de la época. La documentación que se conserva del destacamento donde se alistó, la 6ª Compañía del 11º Batallón de las tropas de Marina, ha permitido exponer que Ana María de Soto participó en batallas tan insignes, como la del Cabo de San Vicente o en las defensas con cañoneras en la Bahía de Cádiz que repelieron los ataques ingleses. Sin embargo, a esta mujer tan vital y emprendedora no le dio por escribir sus memorias o contarlas para tener un testimonio directo de su experiencia tan singular. Hubiera sido, además, un magnífico aporte histórico sobre la lucha en esa época por el poderío naval en el mundo.

Y la razón de no contar con su testimonio pudo estar en que Ana María de Soto, se mostró como una mujer con tanto coraje y honor como discreción. Pues nada se supo de ella hasta una década después de su licenciamiento, hacia 1809 en plena Guerra de la Independencia. Fue cuando se quejó formalmente a Hacienda de que no estaba recibiendo los dos reales diarios de su pensión como sargento primero. Rango y sueldo concedido por el rey Carlos IV, como reconocimiento a los servicios militares del falso “Antonio María”. Es decir, aunque se la expulsó del Ejército de forma inmediata, se la reconoció como soldado y al cobrar una pensión oficial se la puede considerar como la primera mujer militar profesional de España. Una infante de marina.

 

 

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