Historia de los Comuneros de Castilla

8 diciembre 2020

 

Los antecedentes de la «revuelta comunera» tenían una premisa común: la idea de que los asuntos castellanos quedaban en manos extranjeras, incapaces de dar estabilidad a la Corona en un momento de grave crisis económica y social. La Corona de Castilla no tuvo el heredero esperado por los Reyes Católicos. Desde 1506 reinaban Juana, con el apelativo de “Loca” y su esposo, Felipe duque de Borgoña, con el mote del “extranjero”. La suspicacia de la nobleza y burguesía castellana era más que latente.

La inesperada muerte del rey consorte Felipe de Borgoña y la inhabilitación de la reina Juana no arreglaron las cosas. La sensación de tener un soberano foráneo se incrementaría con el futuro Carlos I. Era un joven que con 16 años se autoproclamó monarca de los reinos hispánicos al reclamarlos desde su Flandes natal . Y sin hablar una palabra de castellano. Además, la corte flamenca que se trajo desde su llegada a España a finales de 1517 comenzó a obtener prebendas y cargos de poder. Puestos ocupados antes solo por castellanos. El más escandaloso, dar el título de arzobispo de Toledo a un joven cortesano flamenco, Guillermo de Croy, para suceder al venerado Cardenal Cisneros, que había sido regente de Castilla.

 

 

Tras las fallidas Cortes de Santiago de Compostela, donde los procuradores de las ciudades castellanas negaron el servicio (subvención) a la Corona para la investidura imperial del rey Carlos en Alemania, el monarca las disuelve y consigue convocar nuevas Cortes en La Coruña. En la capital gallega sí logra que la mayoría de regidores castellanos voten a favor del servicio. Carlos parte de inmediato, en mayo de 1520, hacia Alemania para ser electo emperador. Pero la negativa de las primeras Cortes ya demostraba un malestar en las ciudades castellanas por este propósito imperial. El enojo empeora cuando Carlos I deja a Adriano de Utrecht como regente en España.

 

Los estudios principales sobre este «fenómeno revolucionario del siglo XVI»,  coinciden en que la sublevación contra Carlos V fue de carácter urbano. Las ciudades de casi toda Castilla, de las dos mesetas, se hicieron comuneras. La excepción estuvo en las ciudades grandes de Ciudad Rodrigo y Cáceres en Extremadura y la mayor parte de las urbes andaluzas, que no sintieron la llamada a la “Comunidad castellana”. Burgos y Tordesillas tuvieron periodos de pertenencia a ambos bandos y en Ávila se llegó a reunir una Junta de las ciudades que encabezaron la revuelta, Toledo, Segovia, Toro y Salamanca. Allí se redactó la llamada «Constitución de Ávila», un primer intento de Ley comunitaria de todo el Reino.

Durante casi un año las armas fueron las protagonistas. Los comuneros logran liberar a Segovia en junio de 1520 de un asedio. Capitaneado por el alcalde realista Rodrigo Ronquedo, pretendía forzar a la ciudad a volver al mandato de la Corona. Fue la primera confrontación armada de importancia. Luego se pasó a un periodo negociador por ambas partes. En agosto se reunieron las Comunidades en Tordesillas, con la intención de desbancar al Consejo Real del poder mediante el aval regio de la reina madre, Juana La loca. Pero en realidad supuso una “tregua militar” para financiar y reforzar los ejércitos que estaban preparando los dos bandos, el comunero y el realista.

 

Pedro Girón era el único noble comunero de “cuna alta”. Quizá despechado por no conseguir del rey el título de Duque de Medina Sidonia, se puso al frente del ejército de la Junta Comunera. Pero su salida de Tordesillas sin dejar una buena guarnición fue aprovechada por el bando realista, que reconquistó la villa para la causa del rey. Los comuneros perdían la baza legalista de la reina Juana y muchos procuradores de las ciudades sublevadas fueron hechos prisioneros. El desconcierto y la desmoralización se extendió entre la revuelta comunera.

Solamente gracias al carisma de Juan de Padilla, que tomaría el liderazgo militar en detrimento de un cuestionado Girón, se pudo prolongar la esperanza en la revuelta comunera. Los comuneros idearon una serie de ataques para elevar la moral de los sublevados y mejorar las posiciones estratégicas en el campo de batalla. Mientras, Juan de Padilla, capitán comunero de Toledo, tomaba en febrero de 1521 el imponente castillo de Torrelobatón, enclave que dominaba el principal cruce de caminos en esa comarca de Valladolid, el otro rebelde comunero, Juan Bravo, regidor segoviano, se hacía con Simancas y Zaratán, localidades próximas a Valladolid. La moral comunera se revitalizó, pero en el campo político cometerían errores que llevarían a nuevas derrotas en el campo de batalla.

 

Los últimos días de los Comuneros

Los refuerzos comuneros para la fortaleza de Torrelobatón no llegaban y Padilla optó por marchar a Toro, zona controlada por los hermanos Maldonado, para conseguir mayor reclutamiento. El 23 de abril de 1521 era un día de mucha lluvia, el camino enfangado hizo lento el avance comunero que se vio interceptado por el Ejército Real a la altura de Villalar, cargando la caballería del emperador contra los milicianos comuneros que no pudieron desplegarse.

 

 

Mil bajas se calcula tuvo el ejército comunero, que ya no lograría recomponerse. Los líderes comuneros, Juan de Padilla, Juan Bravo y Francisco Maldonado, fueron ejecutados al día siguiente en la plaza mayor de Villalar mediante decapitación pública. Toledo, sería el último reducto comunero gracias al carisma libertario que también tenía la viuda de Padilla, María Pacheco. Lograría encender de nuevo el espíritu comunero con otra revuelta en febrero de 1522. Provocada por la negativa de la Comunidad (artesanos, comerciantes, burgueses de la ciudad) y de la líder comunera, a entregar al corregidor realista las armas de la revuelta. Exigían para ello la garantía del mismo rey, con la firma de Carlos V. Pero con engaños, se fijó una tregua que sirvió para desarmar a los comuneros y acabar con todo resquicio de rebelión. La Pacheco logró exiliarse en Portugal, donde moriría en 1531.

 

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