Las torturas medievales más terribles. Atrévete a descubrirlas.
El terror, el dolor y la muerte resumen a la perfección lo que significaban las torturas medievales para quienes las sufrieron durante años. Las herramientas que se empleaban eran métodos de horror que buscaban la confesión de los condenados, fuera como fuera.
¿Te atreves a descubrir las torturas medievales? Te presentamos algunas de las más horribles.
Las torturas medievales más conocidas
Todos hemos visto muchos de estos artilugios en películas sobre la Edad Media, pero pocas veces nos paramos a pensar que fueron reales en su momento.
¿Quieres saber en qué consistían estos horribles aparatos de tortura?
El potro, tortura sin sangre
Una de las máquinas de tortura más famosas, y temidas, en la Edad Media era el potro. Se usaba tanto en juicios ordinarios como por motivos religiosos, y su principal objetivo era que los acusados acabaran confesando lo que querían escuchar los torturadores.
Es una de las torturas medievales más simples que existían y, a la vez, una de las más eficaces y dolorosas. Este tormento consistía en atar las muñecas del preso a una mesa, y las piernas a una rueda que giraba. A medida que se movía el mecanismo, se estiraban hasta llegar a desmembrarse en muchas ocasiones. El dolor que producía era completamente insufrible.
La tortura podía durar varias sesiones, y llegaba a estirar a la víctimas hasta 30 centímetros. Los pocos que no morían en el potro, difícilmente podían siquiera caminar o mantenerse en pie.
El garrote vil, de la Edad Media al siglo XX
Una de las torturas medievales que llegó hasta casi nuestros días es el garrote vil. Este instrumento terrorífico no buscaba solamente infringir dolor, también era un eficaz método de matar.
Consistía en sentar a la víctima y atar su cabeza a un poste de madera. De él, salía un punzón de hierro que atravesaba y rompía las cervicales del ajusticiado. Este moría lentamente, ya fuera por asfixia o porque su médula espinal se rompía poco a poco.
El aplasta pulgares
Los dedos de las manos y de los pies se introducían en este aparato para aplastarlos a base de dar vueltas a un dispositivo, y creando un dolor insoportable.
Esta aparentemente sencilla tortura era insufrible, y acababa dejando destrozados los apéndices de las víctimas.
Las poleas de la Cuna de Jesús
Entre las torturas medievales más sofisticadas, nos encontramos con este sistema que combinaba el uso de poleas con el de una pirámide de madera extremadamente afilada.
El verdugo levantaba al prisionero mediante las poleas, para después dejarlo caer de golpe sobre la pirámide. Así, le desgarraba el ano, la vagina o el escroto. Cuanto más alto lo subía, más dolor le provocaba. Por lo tanto, cada víctima recibía su castigo en un grado todavía más cruel si lo deseaba.
Serrar cuerpos lentamente
Los torturadores eran especialmente aficionados a usar la sierra para impartir dolor y matar a quienes consideraba traidores, infieles o asesinos. Se trataba de una de las torturas medievales más crueles, ya que este sistema conseguía que el ajusticiado no perdiera el conocimiento hasta pasado mucho tiempo.
La sierra implicaba que el reo se colgaba cabeza abajo para evitar que se desangrara. A partir de aquí, dos verdugos iban serrando literalmente su cuerpo de arriba a abajo. Sentía todo el dolor hasta que llegaban a su pecho u ombligo.
Quemados en la hoguera
Morir en el fuego de la hoguera era el destino de quienes eran acusados de brujería, traición o herejía. Siguió aplicándose hasta el siglo XVIII y representaba una agonía cruel, ya que se procuraba que las llamas no fueran lo suficientemente grandes como para que el condenado perdiera la consciencia por intoxicación de dióxido de carbono. Quemarse vivo es, sin duda, una de las mejores definiciones del horror que representaban las torturas medievales.
El empalamiento
Este tipo de tortura y ejecución se hizo muy popular en el siglo XV, gracias a Vlad, el príncipe de Valaquia. Este soberano de una parte de la actual Rumanía ejecutaba a sus opositores clavando una lanza en el suelo y colocando a la víctima encima de ella. De esta manera, le atravesaba el ano o la vagina, si era una mujer.
El proceso de empalamiento implicaba que el cuerpo del ajusticiado caía por su propio peso encima de la lanza. Por lo tanto, le atravesaba todos sus órganos causándole la muerte entre dolores horribles.
El empalamiento era extremadamente terrorífico y, aún más si pensamos que podía llegar a durar días todo el proceso hasta la muerte final.
Como puedes comprobar, las torturas medievales eran una verdadera pesadilla para todas aquellas personas que se atrevían a pensar diferente o a hacer frente a la Inquisición. ¿Conocías algunas de ellas y sus historias?
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