El voto para la mujer en España, un logro de Clara Campoamor
El 1 de octubre de 1931, Clara Campoamor leía su discurso en el congreso de los diputados en una recién inaugurada Segunda República, quedando aprobada la ley del sufragio universal que incluía la declaración de este derecho en el artículo 36 de la constitución que se estaba elaborando. No en vano eran una Cortes constituyentes que además de articular una Constitución democrática debían configura el nuevo sistema político del país. Este gran logro, el voto para todos sumando a las mujeres, era éxito de la diputada Campoamor.
Lo conseguía tras varios meses de lucha, sin apenas apoyos, y suponiendo su mayor logro político que a la postre será su propia tumba política. A partir de entonces, tras la derrota electoral de la izquierda en 1933 y la entrada en el gobierno de CEDA, le achacaron la pérdida de votos progresistas por haber permitido votar a la “mujer subyugada por los curas, por sus confesores”.
Además, la pionera congresista Clara Campoamor, política y abogada, conseguiría el voto para las mujeres en otra dura pugna parlamentaria con otra mujer contraria a ello. Era la diputada socialista Victoria Kent, que paradójicamente cultivó un prejuicio contra su género. Se negaba a concederles el voto porque consideraba que la votación femenina estaba condicionada por el fuerte influjo de maridos, padres, novios, hermanos, tutores… en definitiva, por el hombre.
Ante toda esa incomprensión, la congresista Campoamor siguió fiel a su ideario político: «una mujer un voto». No le importó el vacío político que se hizo sobre su persona, su lema fue “mi ley es la lucha”. Consiguió hacer ver que la mujer no votaría influida por su condición desigual, que debía votar por su condición de ciudadana. Defenderá el derecho de la mujer a ser consideradas «ciudadanas de primera», por encima del sentido de su voto que tendía a menospreciarse en la época.
Clara Campoamor, una mujer en lucha
Nació en Madrid, en el barrio de Maravillas, un 12 de febrero de 1888. Su padre fue contable en un periódico y su madre costurera. Padres obreros, él republicano, ella una mujer luchadora, como pronto lo fue la hija, porque quedaron viuda y huérfana en 1908. La hija seguiría las convicciones políticas del padre y tras varios trabajos de subsistencia, que van desde funcionaria en Correos, telefonista o profesora de adultos, logra en 1920 un trabajo de secretaria de dirección en el periódico “Tribuna”, un puesto que le permite conocer mucha gente y empezar a interesarse por la política.
Retoma sus estudios de bachillerato pasados los treinta años, que realiza en tiempo récord. Se matricula en Derecho y también lo acaba en la mitad de tiempo, en 2 cursos es abogada, con 36 años es una de las pocas letradas del país. Desde 1923 interviene y promueve todos los foros sobre feminismo que se dan en la capital española. Su activismo político estará alentado en la lucha por la igualdad. Es elegida en 1931 diputada dentro de las listas del Partido Radical, que se había declarado como republicano, laico, liberal y demócrata.
Este programa político que se hace en la declaración de principios del Partido Radical coincide con el ideario de Clara Campoamor. Para ella es la formación política que mejor se ajusta a sus convicciones «centristas». Formará parte de los 21 diputados constituyentes de este partido para abordar la nueva carta magna de la República, a partir del 14 de abril.
En esa comisión constituyente lucharía por sus ideales con pundonor: la igualdad jurídica de los hijos e hijas habidos dentro y fuera del matrimonio, establecer la no discriminación por razón de sexo, el divorcio y el sufragio universal, a menudo llamado “voto femenino”. Logró que se incluyera en la Constitución todo, excepto lo concerniente al voto, como ya hemos dicho, que tuvo que debatirse enconadamente más tiempo en el Parlamento.
Clara Campoamor no pudo completar la iniciada biografía política tras ser elegida como diputada en 1931, logrando el voto femenino, porque debió renegar de su partido. Ocurrió antes del estallido de la Guerra Civil, fue al no tolerar el apoyo que el Partido Radical hizo a las represiones de las revueltas de Asturias en 1934. Al abandonar a los Radicales, Clara no encontró acogida ni por la izquierda, que aún recordaba su agrio enfrentamiento con la diputada Kent, ni por la derecha política que no la veían como una de los suyos. Así, cuando en 1936 se produjo el golpe de estado del general Franco, en agosto de ese mismo año, Clara marchaba al exilio para morir en él, en Lausana (Suiza) en 1972, sin poder cumplir su deseo de regresar a España.
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