El caucho y los neumáticos. Historia de los materiales utilizados por la humanidad
Dentro de nuestros artículos acerca de los materiales utilizados por la humanidad, hacemos especial hincapié en el componente esencial de los neumáticos, que es el caucho.
Este material se basa en la sustancia de látex o resina lechosa que mana, al cortarla, de la corteza de algunos árboles. La especie arbórea cuya savia es más apreciada es una abundante en el continente americano, en el llamado Cono Sur. Se trata de la hevea brasiliensis, originaria del Amazonas brasileño y peruano. A ese material los primeros europeos que lo conocieron al llegar a América, no le hicieron mucho caso. Los españoles conocían sus propiedades singulares, como la impermeabilización, gracias a los indígenas que lo usaban desde hacía siglos para sus construcciones, pero no lograron sacarle partido.
Habría que esperar al siglo XVIII y a las observaciones de un geógrafo francés, Charles Marie de la Condamine, que consiguió llevar a París ya dos bovinas de caucho en crudo, con las que experimentó y creó el suficiente interés en la comunidad científica para incluir ese material en diversas pruebas de inventos. Uno de ellos sería el más crucial para la naciente industria de la automoción, el neumático.
Resulta curioso que en el origen de este invento, la rueda neumática, estén casi todos los nombres de las marcas de neumáticos que su automóvil pueda llevar ahora montados. Goodyear, Dunlop, Michelin… parecen competir por la autoría del invento o en otorgarse la responsabilidad de su mejora constante. El neumático es el componente esencial del vehículo que está en contacto directo con el terreno. Su conservación y mantenimiento es primordial, por lo que existe una gran industria detrás de este gran invento, heredero del que se considera clave en la historia de la humanidad: la rueda.
Aunque el invento de la rueda es milenario, sólo a principios del siglo XIX se pensó en las propiedades del caucho como revestimiento para las ruedas. Se recubrieron con goma a las ruedas de madera, usadas en todo tipo de carruajes, pero ese material derivado del caucho se desgastaba muy pronto. Fue Charles Goodyear, joven inventor de Connecticut (EEUU), el que patentó en 1839 el proceso de «vulcanización» (añadirle azufre) del caucho, que conseguía endurecer y a la vez moldear más la goma. Nacían los neumáticos sin aire, todo caucho. Estos “primeros” neumáticos resultaban muy incómodos al aumentar el traqueteo de los viajeros, por no amortiguar el desplazamiento.
Ese motivo, la dureza del contacto del neumático rígido, fue el que propició la cámara de aire para las ruedas neumáticas. Queriendo evitar el traqueteo de los baches que sufría la bicicleta de su hijo por las mal asfaltadas calles de Belfast (Irlanda del Norte), John Boyd Dunlop, ideó un sistema en el que se basaron los neumáticos de aire que conocemos hoy día. Unos tubos de goma hinchados con una bomba de aire y envueltos en lonas, pegados a la cubierta de la rueda, consiguieron amortiguar los paseos de su hijo. Dunlop patentó el neumático de aire en 1888, después de una batalla legal con un compatriota británico, Robert W. Thomson, que defendía su patente de rueda neumática (con aire) de 1845.
Dunlop ganó el pleito y se benefició de la comercialización de los neumáticos. Un accesorio muy demandado entre los ciclistas y los usuarios de la bicicleta. Cada vez más por ser el nuevo gran medio de transporte urbano, pues la bicicleta con neumático evitaba el suplicio para los riñones que suponía montar mucho rato en transportes de ruedas sólidas. Además, como es evidente, los neumáticos de aire se harían imprescindibles para el desarrollo de la naciente industria del automóvil a inicios del siglo XX. Eduard Michelin conseguirá un éxito comercial al mejorar la patente de Dunlop con el «neumático extraíble» o desmontable, que facilitaba su arreglo. Lo patentó en Francia en 1895 y fue el primer neumático en adaptarse a los automóviles «utilitarios».
El caucho es blanco en origen (látex blanco) y las ruedas neumática en sus orígenes eran, por tanto, blancas también. Se manchaban mucho y en su uso duraban menos. Hasta que la fábrica Goodrich pensó en tintarlas de negro. El resultado fue exitoso porque, además de mancharse menos, duraban mucho más ya que el negro absorbía los rayos ultravioleta que antes agrietaban con facilidad el blanco natural del caucho. Los inconvenientes, que a los componentes nocivos del caucho se le sumaban los tintes, elementos que hacen más compleja la disolución de estos materiales cuando los neumáticos pasan a ser residuos. El problema de “los cementerios de neumáticos” dan fe de ello, como refleja esta impresionante fotografía de Jorge Fuembuena, «The fire». Fue premiada por la Fundación Enaire en 2019 y estuvo expuesta en el Jardín Botánico el año pasado.
Sin embargo, la historia del neumático tiene un lado oscuro, ya que produjo hasta guerras como la conocida «Guerra del Caucho» entre Brasil y Perú por controlar una zona compartida del Amazonas en la década de 1920. Aunque el peor lado de este invento, tan revolucionario en el desarrollo de los transportes, sería la explotación humana. La demanda cada vez mayor de caucho originó la conocida «Fiebre del Caucho», una comercialización y explotación salvaje, brutal, de este recurso, provocando graves crisis sociales y económicas en las regiones del planeta donde se encontraba. El África Subsahariana y la Amazonía sufrieron la devastación de grandes extensiones selváticas y, lo más grave, la desaparición de poblaciones indígenas usadas como mano de obra esclava.
Gustavo Adolfo Ordoño -Historiador y periodista-
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