El cambio climático y la influencia del ser humano, algo más antiguo de lo que parece
No es una hipótesis exagerada, la combinación de influencia humana junto a procesos de cambios climáticos ha estado detrás de la desaparición de civilizaciones milenarias. Una de las teorías con base científica más consensuada y aceptada sobre el colapso de la civilización maya es la que demuestra la existencia de una prolongada sequía en sus dominios. Más de doscientos años sin llover lo suficiente entre los siglos VIII y IX de nuestra era. Curioso, justo cuando los musulmanes invaden la península ibérica y acaban con el reino visigodo. Aunque esta invasión no estuvo motivada por un determinante cambio climático, en todo el planeta fueron siglos de escasez de lluvias y las tribus norteafricanas que acompañaron a los árabes vieron con buenos ojos la posibilidad de conquistar tierras más fértiles y húmedas.
Muchas invasiones se producían por la escasez de recursos sufrida en un lugar y la búsqueda de sus habitantes de mejores tierras. Algo así, en el sentido de «guerras por la supervivencia», es lo que se teoriza ahora sobre el fin del Imperio de Roma. Cada vez gana más adeptos la teoría que habla de los profundos cambios climáticos y de ciclos agrícolas sufridos en el norte y en el este de Europa, como causa del inicio de las invasiones bárbaras que acabaron con la hegemonía de Roma desde el siglo IV de nuestra era.
Así, el cambio climático del siglo VIII estuvo agravado por la incidencia maya de su sobreexplotación agrícola de la región. El talar árboles, deforestación, para conseguir claros de tierra donde cultivar favoreció la sequía. Los Mayas tuvieron el infortunio de sumar ese grave cambio climático a una serie de acciones humanas, que multiplicaron las causas de su final como civilización hegemónica y dominante en Centroamérica. Un estudio geológico ha permitido datar un descenso notable de los periodos de lluvia desde el año 700. Las cosechas abundantes que habían permitido en los siglos de esplendor (entre los años 450 y 660 de nuestra era) triplicar la demografía, dejaron de darse y la producción agrícola se convirtió en motivo de conflicto. Sobre el año 1000 se inició casi un siglo de sequía absoluta, hasta el año 1080, aridez intensificada por la destrucción del bosque selvático por los mismos mayas para conseguir terreno cultivable.
A todo eso se sumó o fue consecuencia las guerras de las ciudades-estado mayas, que tuvieron precisamente su periodo de mayor protagonismo en ese “siglo seco”. Eran conflictos en el sentido mencionado de «guerras por la supervivencia»: obtener más tierras fértiles con las que sobrevivir. Lo peor fue su carácter de “guerras de aniquilación”, porque un pueblo se imponía por completo al otro “extinguiendo” su cultura.
Los Rapa Nui son un ejemplo muy claro de este fenómeno. Es el caso paradigma del colapso de una civilización por motivos de la acción humana sobre el medio ambiente. Dos especies de árboles autóctonos estuvieron a punto de desaparecer, el hau hau y el toromiro, empleados para el transporte y construcción de esas megalíticas cabezas de piedra, los moáis. Son más de mil las estatuas de grandes cabezas, en una isla de apenas 160 km². Una de las teorías que analiza la decadencia de esta cultura a partir del siglo XV (los europeos no conocerán la isla hasta el siglo XVIII, y al llegar se encontraron con apenas un centenar de nativos hambrientos), explica que se produjo una sobrepoblación y por ello guerras entre las tribus por el control de los recursos de la ínsula.
Una de las formas de “guerrear” entre los clanes fue competir por conseguir el moái más grande y en menos tiempo posible. Así se conseguía el favor de los dioses (ancestros, representados por esos bustos gigantes) y la preeminencia de esa tribu sobre el resto de la isla. La deforestación provocada entre la necesidad de construir esas estatuas colosales, canoas para la pesca y terrenos para el cultivo necesarios por el incremento de población, provocó la aceleración de la desertización de la isla. Algo que ya se dirigía por el cambio climático sufrido hacia el año 1400, inicio de una leve glaciación en todo el planeta.
Esa glaciación iniciada sobre el siglo XV, tuvo mucho que ver con el colapso de una de las culturas vikingas más peculiares. Los vikingos del Ártico. Las poblaciones vikingas de Groelandia y otras tierras del Ártico se obligaron a desaparecer, abandonando unas tierras verdes antaño y que ahora eran puro hielo. Su caso, para los escépticos de las responsabilidades humanas en los cambios climáticos, tiene que ver más con la imposibilidad de adaptación al entorno. El factor de sostenibilidad, tan protagonista en nuestros tiempos, es una premisa que depende tanto de la acción humana como de la imprevista dinámica propia de la naturaleza.
Estos vikingos estaban adaptados a un clima menos severo, pues en Groelandia y en el Ártico desde el siglo IX que comenzaron la colonización de esas tierras existía un medio ambiente que permitía el cultivo variado y la vida al aire libre. Sin embargo, una pequeña «Edad de Hielo» iniciada cinco siglos después les echó de esas tierras. No lograron adaptarse, como sí hicieron otros pueblos –los esquimales-, al frío extremo y las tierras heladas.
Otro ejemplo de «civilización colapsada» estaría en el imperio Khmer, en la actual Camboya. Esta cultura sufrió un caso similar al de los mayas. De hecho, sus grandes templos abandonados hace siglos en medio de la selva camboyana recuerdan a las grandes pirámides mayas ocultas bajo los frondosos montículos selváticos de Centroamérica. La cultura khmer o Jemer construyó uno de los más avanzados complejos urbanos de la historia de la humanidad. Angkor Wat, poseía desde el siglo X sofisticados sistemas hidráulicos, alcantarillados, puentes y esclusas para aprovechar los recursos hídricos. De nuevo, la sobrepoblación y una abusiva explotación de los recursos, potenciaron el cambio climático que en el siglo XV trajo sequías y temperaturas más frías a la región.
Para las personas más reacias a considerar la influencia del ser humano en los cambios climáticos, sobre todo los que se dieron en la Antigüedad, decir que está demostrada esa incidencia humana en el medio ambiente incluso desde tiempos prehistóricos. La paleobiología y la paleobotánica no se cansan de comprobar la influencia de las poblaciones prehistóricas en su entorno natural. Pero también han servido para demostrar el abuso sobre ciertas especies vegetales cuando se inició el dominio de la agricultura y ganadería en civilizaciones más desarrolladas. La primera revolución humana sobre el entorno del Neolítico.
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