Arte Neoclásico (Siglos XVIII y XIX)
En este recorrido que estamos haciendo en el Rincón de Historia de rincon.hosters.es por los diferentes periodos del Arte, llegamos al llamado Neoclasicismo. Quizá sea el estilo más fácil y difícil de catalogar al mismo tiempo. Esta contradicción se entiende cuando observamos que en algunas disciplinas artísticas el Neoclasicismo se entrelaza con movimientos culturales como el Romanticismo. El siglo XIX, que sería para la historiografía del Arte la época principal donde se desarrolló este estilo, muestra una constante evolución y experimentación en las tipologías artísticas. La abolición del Antiguo Régimen a finales del siglo XVIII y la progresiva instauración de un nuevo sistema político y socioeconómico, con la burguesía como protagonista, quedaría reflejado también en las diferentes manifestaciones artísticas. Por ejemplo, es característico de ese tiempo de entre siglos (S. XVIII-XIX) el surgimiento de Academias de Bellas Artes, que regularon las nuevas reacciones artísticas frente al barroquismo del viejo sistema.
Para muchos especialistas, el movimiento neoclasicista nació en Francia, donde era llamado simplemente «Clasicismo». Desde mediados del siglo XVIII diversas circunstancias volvieron a poner de moda todo «lo Clásico». Por ejemplo, las excavaciones arqueológicas que redescubrieron las “olvidadas” ciudades romanas de la Antigüedad, Pompeya y Herculano, que habían sido sepultadas por el Vesubio sobre al año 75 de nuestra era. Se encontraron gran cantidad de esculturas y decoraciones del mundo romano, muchas más de las ya conocidas y encontradas esporádicamente. Estos hallazgos influyeron en las nuevas formas y motivos decorativos de los palacios y los salones europeos. De ahí que empezaran a conocerse como «nuevas maneras clásicas» o neoclásicas.
Otra circunstancia o factor determinante en el surgimiento de esta nueva corriente cultural y artística, sería el creciente número de viajeros a Italia para conocer el arte de ese mundo clásico perdido, aunque todavía muy presente en ciudades como la misma Roma, donde conocían también excelentes ejemplos artísticos del Renacimiento italiano. O en Paestum, ciudad con ruinas de evidente influencia grecolatina, donde podían admirar las grandes muestras de la arquitectura clásica. Ese «nuevo renacimiento» de lo clásico, contrapuesto al estilo del Barroco imperante, más el profundo interés de la Ilustración francesa por el pensamiento grecolatino, conformarían un nuevo gusto cultural decorativo y estético: el Neoclasicismo.
La Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, se fundó en 1752. En las academias de bellas artes, surgidas a lo largo del siglo XVIII y patrocinadas por las principales monarquías europeas, se buscaba el control del Arte desde un punto de vista racional y didáctico que en el fondo ocultaba el deseo del Antiguo Régimen por seguir dominando la esfera social y cultural. Es el Despotismo Ilustrado. Surgen, entonces, como respuesta a ese control unos movimientos artísticos que cuestionan la organización jerárquica e institucional de las academias. Estas corrientes, que todavía estaban bajo el Neoclasicismo (barroco clasicista en España), pretenden incluso romper con las normas y convencionalismos establecidos a lo largo de esa época. El arte será una forma de expresarse con mayor libertad, destacando la individualidad del artista frente al «corsé académico», poniendo en duda todo cuanto le rodea.
En muchos casos los artistas se posicionaron como individuos y se expresaron como tal, remarcando su personalidad, mostrando mayor libertad y experimentando en la ejecución de las obras. Esa puesta en primer plano de la personalidad del individuo influyó en las obras a nivel de concepción, de técnica y de expresividad. Esta postura «individualista», a veces un tanto narcisista, es propia de movimientos como el Romanticismo. Es cuando a pesar de seguir predominando la «ideología neoclásica», frente a las exposiciones académicas resultado de la previa selección de artistas, surgirán los artistas alternativos que expondrán en los salones independientes.
Como decíamos, el Neoclasicismo durante el siglo XIX resultaba más complicado de definir. Partiendo del contexto cronológico más consensuado sobre el periodo, con inicios en el primer cuarto del siglo XVIII y durante todo el siglo XIX, la fascinación por épocas pasadas iniciada con el interés por lo grecolatino del Neoclasicismo, llegará a su auge gracias a otros movimientos culturales de la época. Así, vemos como el Romanticismo procura exaltar el pasado nacional de cada país y tendrá también interés por la Antigüedad no romanas o por la intensa y larga Edad Media.
En España, por ejemplo, será motivo de exaltación “romántica” la evocación del mundo de los celtíberos y los visigodos, además de lo mudéjar y lo hispanomusulmán. Sería lo que avanzado el siglo XIX se conoce como el historicismo. Este movimiento debe entenderse como un revisionismo estético y ecléctico de diversas épocas históricas, son los conocidos neos, desde el neogótico al neomudéjar buscando en la expresión artística europea la preferencia «por lo exótico». Si el Neoclasicismo tiene en Francia la mejor representación sería no solamente por tener allí su origen, además sería por aplicar el historicismo francés preferente “revisionismo” sobre las artes del mundo grecolatino. Las pinturas de temática mitológica y simbología política de Jacques-Louis David serían un claro ejemplo de ello.
En arquitectura neoclásica destacarían en España los trabajos de Juan de Villanueva (1739-1811). Es quizá el arquitecto más academicista, aunque también el más personalista en sus diseños dentro de las normas del neoclasicismo. Destacar los diseños de edificios tan importantes como el Museo del Prado, el Jardín Botánico y el Observatorio astronómico de Madrid. En escultura neoclásica española nos encontramos con cierto “vacío” representativo de este estilo. La imaginería policromada religiosa en madera continuaba siendo la principal manifestación, que tendió más a recoger las influencias del Barroco francés que de la escultura neoclásica. Aún así se podría destacar el trabajo muy académico de dos artistas que en realidad trabajaban para la “Administración política” del país. Son Francisco Gutiérrez (1727-1782) y Manuel Álvarez de la Peña (1727-1797).
Estos escultores serán los principales autores de las grandes esculturas o grupos escultóricos que se estaban realizando en los ensanches y nuevas grandes vías de la ciudad de Madrid. El nuevo Paseo del Prado acabará contando con obras escultóricas como la Fuente de Cibeles, de Francisco Gutiérrez y las estatuas de las Estaciones en la fuente de Apolo, en este caso de Álvarez de la Peña.
Sobre la pintura neoclásica en España habría que apuntar estar copada por artistas de origen extranjero. Son los pintores que se trajeron los primeros Borbones, Felipe V y su sucesor Fernando VI, para la decoración del nuevo Palacio Real, obra también con marcado componente extranjero, pues continuó el diseño inicial de Filippo Juvara su compatriota el también italiano Juan Bautista Sachetti. Entre esos pintores italianos y franceses que decorarían todos los nuevos palacios de los Borbones se destacan: Louis Michel van Loo, Jacopo Amigoni, Corrado Giaquinto o el todavía barroco (rococó) Giambattista Tiépolo. Si hubiese que destacar artistas españoles con mayores rasgos neoclásicos, tendríamos a José Aparicio (1773-1838), José de Madrazo (1781-1859) y Juan Antonio Ribera (1779-1860). No se hace una mención destacada de Francisco de Goya y Lucientes (1746-1828) porque sería el mejor ejemplo en pintura de esa individualidad del artista frente al «corsé académico» del neoclasicismo, a pesar de haber trabajado también siguiendo esas «normas academicistas» en sus cartones para la Real Fábrica de Tapices.
Gustavo Adolfo Ordoño -Historiador y periodista-
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